SÍNDROME
METABÓLICO EN PEDIATRÍA
El SM describe un
conglomerado de factores de riesgo cardiovascular relacionadas con
anormalidades metabólicas, vasculares, inflamatorias, fibrinolíticas y de coagulación. Se ha
postulado que la resistencia a la insulina y la obesidad abdominal son los
factores principales que contribuyen a las manifestaciones de este síndrome. La
epidemia de obesidad infantil que ha emergido en las últimas dos décadas está
asociada con un incremento en la prevalencia de diabetes tipo 2 (DM2) en
adolescentes y niños. Son pocos los estudios que reportan la prevalencia de SM
en población pediátrica abierta. Cada vez se reportan más datos en la
literatura que documentan la prevalencia del síndrome metabólico en
adolescentes con obesidad. Esto ha generado alarma debido a que los portadores
del SM potencialmente pueden desarrollar DM2 y enfermedad arterial coronaria,
lo cual se está convirtiendo en realidad ya que de todos los casos de diabetes
en menores de 20 años de edad, del 8% al 45% de los casos corresponden a DM2.
Además, recientemente se ha reportado la presencia de lesiones de
aterosclerosis en las arterias carótidas de adolescentes obesos.
El síndrome
metabólico es una entidad integrada por diversas anomalías metabólicas que en
conjunto constituyen un factor de riesgo para el desarrollo de enfermedad coronaria
y de diabetes.
Proceso diagnóstico
Es importante
diagnosticar el SM ya que permite identificar población en riesgo para
desarrollar ECV y/o diabetes mellitus tipo 2 (DM2). El diagnóstico permitirá
evaluar integralmente a estos niños y adolescentes ya que se requiere realizar
algunos estudios de laboratorio que son indispensables.
Historia familiar de DM2, obesidad, hipertensión arterial sistémica,
dislipidemia, enfermedad cardiovascular prematura (antes de los 55 años en los
varones y antes de los 65 años en las mujeres) y eventos vasculares cerebrales.
Historia personal de tabaquismo (frecuencia y cantidad), consumo
de alcohol, hábitos alimentarios (ingesta calórica, consumo excesivo de algunos
alimentos, consumo de fibra, frecuencia de comidas fuera de casa, etc.),
evaluación de la actividad física (referencia de actividades sedentarias), peso
máximo previo (con evidencia de obesidad o sobrepeso previo), peso alto al
nacimiento ( > 4 kg), o bajo peso al nacer (< 2.5 kg), hipertensión
arterial, anormalidad de los niveles de glucosa en sangre o de lípidos.
Examen físico: deberá ser metódico y cuidadoso en busca de
signos confirmatorios de los síntomas referidos por el paciente.
Antropometría: peso,
talla, perímetro de cintura, cálculo del índice de masa corporal (IMC) (peso en
kilogramos/ talla en metros elevada al cuadrado). Evaluación de los pulsos carotideos,
del área cardiaca, búsqueda de acantosis
nígricans en zonas de roce (cuello, axilas, ingle, región submamaria,
abdomen), signos de hiperandrogenismo acné, hirsutismo), xantelasmas,
hepatomegalia, pulsos arteriales periféricos. Medición de la presión arterial en
el caso de encontrarse niveles altos, repetir la toma después de cinco minutos.
Diagnóstico Temprano.
Son varias las
definiciones que han sido propuestas para el diagnóstico en los niños y adolescentes.
La mayoría están basadas en los
criterios propuestos por ATP III e IDF de los adultos (tabla 1).
En la tabla 2 se
describen las definiciones propuestas y se agrega la de ALAD para población
pediátrica.
Tabla
1. Criterios
diagnósticos de SM de acuerdo a NCEP-ATPIII*. El diagnóstico se establece
cuando están presentes 3 o más de los siguientes factores
Tabla 2. Criterios diagnósticos de SM en
adolescentes, de acuerdo a la IDF. El diagnóstico se establece cuando está
presente la obesidad abdominal más dos de los 4 criterios restantes.
TRATAMIENTO
Tratamiento no farmacológico del síndrome metabólico.
El tratamiento no
farmacológico sigue siendo el único tratamiento integral que ha demostrado ser eficaz
para controlar simultáneamente la mayoría de los componentes del Síndrome
Metabólico, incluyendo los niveles de glucemia, la hipertensión arterial,
resistencia a la insulina, perfil de lípidos, pudiéndose lograr cambios
significativos en estos parámetros con la sola reducción del 5 al 10% del peso
y por consiguiente debe ser uno de los objetivos principales del manejo de los pacientes
con Síndrome Metabólico.
El tratamiento no
farmacológico comprende 3 aspectos básicos: plan de alimentación, promoción del
ejercicio y disminución de actividades sedentarias y hábitos saludables (no
fumar y evitar el consumo de bebidas que contienen alcohol).
Plan de alimentación:
La alimentación debe
ser balanceada, normocalórica, que se ajuste a la edad, sexo y actividad física
que realiza el niño y adolescente.
Los macronutrientes
deben incluirse en la siguiente proporción: 25% – 35% de grasas, 50%-60% de
carbohidratos y 20% de proteínas. Cuando se trata de niños en crecimiento la
meta debe centrarse en que el niño no suba de peso, aunque no baje.
Recomendaciones para
una alimentación adecuada y por lo tanto saludable:
l Desayunar todos los
días. No debe de omitirse ninguna de las tres comidas principales del día.
l Consumir todos los
días al menos dos raciones de fruta y tres de verduras.
l Tomar agua en lugar
de bebidas que contienen azúcar y carbonatos como los refrescos y los jugos.
Los jugos, de preferencia naturales, pueden consumirse en pequeñas cantidades
sobre todo los niños que realizan algún tipo de ejercicio programado dentro o
fuera de la escuela. Los refrescos no deben formar parte de la alimentación de
un niño.
l Reducir en frecuencia
las comidas en restaurantes, fuera de casa.
l Evitar comprar
alimentos con alto contenido calórico para que los niños no tengan fácil acceso
a ellos en casa.
l Evitar realizar las
comidas frente al televisor. Los alimentos deben ser consumidos en el comedor.
Utilizar los cubiertos para cortar en pequeñas porciones los alimentos.
l Masticar cada bocado
de 20 a 30 ocasiones antes de deglutirlo.
l Servir en platos
pequeños ya que cuando se utilizan platos muy grandes, se tiene la impresión de
que las raciones de alimentos son muy pequeñas.
l Cuando el niño o
adolescente se quedan con hambre después de haber consumido sus raciones
correspondientes, ofrecer una o dos raciones extras de vegetales. Esta
situación suele presentarse con frecuencia al inicio de los cambios en el
estilo de vida ya que la hiperinsulinemia con la que cursan les produce mayor
apetito. Es importante que la familia y el niño entiendan que conforme se
adhiera al manejo, el apetito voraz irá disminuyendo. Mientras eso ocurre es
recomendable que el niño no se quede con hambre en las comidas por lo que hay
que complementar con mayor cantidad de ensaladas.
Grasas
Las grasas son
esenciales para el adecuado funcionamiento del cuerpo, algunas grasas son
mejores que otras. Las grasas trans, las grasas saturadas y el colesterol son
menos saludables que las grasas polinsaturadas y la monoinsaturadas.
Las grasas saturadas
pueden estar contenidas en:
l Algunos quesos
maduros
l Carnes con mucha
grasa
l Leche entera
l Mantequilla
l Helados
l Aceite de palma y
coco
La mayoría de la
grasa que se consume debe ser insaturada: grasas polinsaturadas (omega 6 y
omega 3) y monoinsaturadas. Las nueces, aceites vegetales y pescado contienen
grasas insaturadas.
Son ejemplos de
grasas insaturadas:
Monosaturadas:
nueces, aceites vegetales, aceite de canola, de oliva, aceite de girasol alto
en oleico y aguacate.
Omega 6: aceite de
soya, maíz y girasol
Omega 3: aceite de
soya, canola, nueces de la India, semillas de girasol, pescado.
Ejercicio
La disminución en la
actividad física y el bajo acondicionamiento aeróbico son factores de riesgo
para el desarrollo de síndrome metabólico. El ejercicio permite reducir la cantidad
de grasa corporal sin modificar la velocidad de crecimiento, evita a largo
plazo la aparición de los componentes del síndrome metabólico, permiten disminuir
el peso o mantenerlo. A corto plazo mejora significativamente la imagen
personal, la autoestima y la sensación de aceptación física y social; en niños
de 6 a 11 años se debe reducir el sedentarismo y las horas que le dedican a la
televisión.
El ejercicio físico
que generalmente se recomienda es caminar ya que para realizarlo no requiere
equipo especial y puede realizarse a cualquier hora y en cualquier sitio. Se
recomienda para sujetos “sanos” de todas las edades 30 minutos diarios de
caminata, de intensidad moderada, por 5 a 7 días a la semana. Sin embargo, el mejor
ejercicio es el que al individuo le guste, disfrute y por lo tanto realice de
manera constante. Al inicio de la actividad física, los periodos pueden ser
fraccionados en lapsos cortos, existe evidencia de que en esta forma se obtienen
beneficios similares a los que se logran con actividad continua. Desde luego,
que si las condiciones del organismo lo permiten, se puede aumentar el tiempo y
la intensidad del ejercicio con lo que se obtienen beneficios adicionales para
la salud.
Hábitos saludables
Es necesario que, aun
en ausencia de SM se evite adquirir el hábito de fumar y de consumir bebidas
que contienen alcohol.
Tratamiento farmacológico
El tratamiento inicial
que debe recibir todo niño y adolescente con SM o portador de algún componente
del síndrome debe estar basado en promover un estilo de vida saludable.
No hay evidencia de
que el tratamiento farmacológico tenga efectos sobre las variables de desenlace
(DM2 y ECV) por lo tanto no está justificado iniciar tratamientos
farmacológicos de primera intención en esta población.
Se debe iniciar
tratamiento farmacológico en todo paciente con SM en quien no se haya alcanzado
las metas óptimas de buen control con las medidas de modificación de estilo de
vida.
En los casos en que
las condiciones clínicas del individuo permitan anticipar que esto va a ocurrir
o tiene un riesgo cardiovascular alto el inicio del tratamiento farmacológico se
debe considerar desde el momento del diagnóstico del SM en conjunto con las
medidas de modificación del estilo de vida.
Los medicamentos que
utiliza el especialista aprobados por FDA para el tratamiento de obesidad en
adolescentes son:
Sibutramina
(Inhibidor de la recaptura de serotonina)
Orlistat (Inhibidor
de la lipasa).
Metformina si se
documenta esteatohepatitis, síndrome de ovario poliquístico o ambos.
Las cifras de presión
arterial se pueden normalizar con la realización de ejercicio. En caso de
persistir elevadas se utilizan bloqueadores de la producción de renina
(captopril,
enalapril).
Si las
concentraciones de CT y C-LDL son elevadas pueden utilizarse resinas de
intercambio iónico o una estatina a dosis bajas en combinación con ezetimibe.
En el caso de aumento de triglicéridos los fibratos están indicados (bezafibrato,
fenofi brato, cipofibrato, gemfi brozil).
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